domingo, 16 de septiembre de 2012

LÁGRIMAS DEL SOL SE DERRAMAN SOBRE EL VERBO QUE SE HACE PALABRA.

 

Martes 11 de Septiembre de 2012 07:56
 
LÁGRIMAS DEL SOL SE DERRAMAN SOBRE EL VERBO
DEL CIELO A LA TIERRA


LA VERDAD LIBERA LOS ESPÍRITUS DE LA IGNORANCIA Y PROYECTA EL CONOCIMIENTO DE LOS INICIADOS HACIA EL INFINITO UNIVERSO, ALLÁ DONDE MORAN LOS DIOSES SOLARES Y LOS HERMANOS PLANETARIOS DE TODA LA LEGIÓN CÓSMICA. EL CRISTO HA REVELADO A LOS PEQUEÑOS LA NUEVA FILOSOFÍA, EL EVANGELIO DEL AMOR Y DE LA JUSTICIA.
ALEGRAROS HERMANOS Y HERMANAS PORQUE ES VERDAD QUE LA SALVACIÓN ESTÁ CERCA, EL REINO DE DIOS YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS Y PRONTO, MUY PRONTO EL DUEÑO DEL REINO, EL HIJO DE DIOS JESÚS CRISTO, SE MANIFESTARÁ CON POTENCIA Y GLORIA, PARA LA ALEGRÍA DE LOS ELEGIDOS, DE LOS JUSTOS Y DE LOS PARVULITOS DE LA VIDA.
¡TENED PAZ!
¡LEED, MEDITAD Y DEDUCID!
DEL CIELO A LA TIERRA

Floridia (SR)
28 de agosto 2012. 21:26 horas
Giorgio Bongiovanni.

LO QUE LOS EXTRATERRESTRES HAN DICHO A GIORGIO BONGIOVANNI

Por Sandra De Marco
 
Después del evento más horroroso de este universo, el deicidio del Hijo del Hombre, el homo sapiens sigue manteniendo su primacía en el podio de las olimpiadas del mal y en cosechar, después de siglos de atrocidades y de horrores, metas cada vez más estremecedoras.
Londres, AD 2012. En un planeta Tierra que está agonizando, donde el hombre está lejos años luz de cualquier ley universal, la antorcha de los tedóforos brilla hoy con una llama que no es la del conocimiento ni la del espíritu. La antorcha olímpica arde frente a un estrago deseado por ideologías que imponen y desencadenan la insaciable sed de dominio y poder de pocas personas, en un mundo sin ética donde los valores crísticos se han convertido en una utopía; donde la genialidad y la creatividad del hombre dominadas por las fuerzas del mal han dado a la luz las acciones más terroríficas y farisaicas execraciones, suscitando la ira del Padre.
Es un fuego que no evoca para nada el amor y la armonía entre los pueblos... Sin embargo arde, despreocupada, inaugurando un espectáculo que se contrapone a la inercia humana, a la apatía, y al edonismo que se difunde, ahí donde fidelidad, coraje, voluntad y tenacidad son en este momento una virtud de pocas personas.
En medio de esta coreografía tan atractiva y espectacular, bajo un Cielo que ya casi no alberga más esperanzas, el hombre logra, una vez más, demostrar que el agonismo deportivo y espiritual pueden fundirse de verdad y ofrecer una prospectiva existencial. Cuerpos esculpidos en perfecta armonía se exhiben manifestando esa potencia física que adquiere un alma, expresando sus mejores energías interiores con un perfecto equilibrio de pensamiento y de acción: la capacidad de afrontar el sacrificio, el cansancio y la determinación para conseguir las metas establecidas. Una metáfora de vida donde rige lealtad en la competición, la aceptación de reglas precisas, el recíproco respeto, el rigor y la constancia, la toma de conciencia y el reconocimiento de las propias capacidades y de los propios límites.
Unidos por el amor y por esa intensa pasión que dona una fuerza inesperada, el hombre logra aún compartir objetivos en el contexto de un desafío contra si mismo y junto a quien ambiciona a realizar los mismos sueños. Atletas de las naciones más variadas desfilan delante de una platea planetaria que por pocos instantes se entusiasma y se apasiona, comparte las desilusiones, los éxitos y las lágrimas de alegría dejando atrás el propio egoísmo, los individualismos y el desierto del corazón.
Y así, desde aquel momento, arrodillado a los pies de la cruz, el hombre hubiera debido recoger todas sus fuerzas y con ese mismo espíritu concurrir junto a los seres de este universo en las grandes Olimpiadas del Amor; hubiera debido unirse bajo un único estandarte y entrenarse día tras día en la viña del Señor, dedicándole cada singular respiro, cada lágrima, cada suspiro, para poder un día también él, con orgullo, elevar el trofeo más ambicionado y prestigioso: la salvación del alma y el honor inmenso de servirle. Todos los días hubiera debido jugar su mejor partida donde hacer triunfar a Cristo y donde el único que pierde es el ego; para después adormecerse cada noche abrazado a su propia conciencia consciente de haber dado lo mejor de si para combatir toda injusticia.
Y sin embargo ha cedido a toda tentación y a sus propios miedos e, instigado por un delirio de omnipotencia, ha comenzado a competir por las obras más nefastas y diabólicas: la carrera hacia la globalización, a las armas y para acapararse todos los recursos naturales. Ha invertido patrimonios financieros infinitos y los más brillantes cerebros para la construcción de instrumentos bélicos convencionales, estratégicos y nucleares; ha comercializado el agua y los bienes preciados del planeta que han sido ofrecidos a una industria sin escrúpulos, destruyendo irreparablemente los ecosistemas y las biodiversidades locales, condenando a muerte toda especie viviente de nuestra Madre Tierra. Pueblos enteros sin un mañana, víctimas de atrocidades seculares e inmensas tragedias.
Pero era suficiente posar una sola mirada sobre un cuerpecito martirizado o descarnado por el hambre para hacer que explote esa fuerza arrolladora y ese coraje de cambiar el mundo que no conoce límites y barreras... O escuchar los gritos desgarradores de madres e hijos arrodillados ante los ataúdes de las víctimas de la mafia para sentir arder en el pecho la sed de justicia y la fuerza de no dejarse jamás vencer por la resignación... Detenerse aunque sea un solo instante a pensar en los sufrimientos atroces de un niño que ha nacido malformado debido a la contaminación y a las radiaciones, para sentir el corazón en un puño y anhelar a cualquier revolución... Si, claro que tenía que bastar... Porque ninguna batalla ha sido jamás en vano y era mucho mejor revelarse incluso a costa de la vida y no quedarse como ineptos mirando...
Y sin embargo el hombre ha vivido en la antítesis de cualquier enseñanza sagrada, en la degeneración y en la indiferencia más completa, alejándose sin volver la cabeza atrás hacia ese hogar donde arde el fuego eterno del amor.
Con toda su misericordia la Madre Santísima tenderá todavía Su mano, pero el ejército de Su Hijo seguirá avanzando hasta que no quede memoria de esta humanidad: solo a los parvulitos de la vida, a los justos y a aquellos que trabajarán a favor de la vida con todo su ser les será dado el Nuevo Reino. Mientras a los asesinos de la vida y a aquellos que asistirán inermes a su trágico destino, les esperará la más terrible de las condenas: la muerte del espíritu.
 
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