martes, 12 de marzo de 2013

MANUTARA Y TANGATA-MANU.


El culto al hombre-pájaro fue una de las costumbres más arraigadas de la vida social de los pascuenses. Tenía por finalidad nombrar cada año al jefe (militar) de la isla. Capacidad física, valentía y suerte eran los tres ingredientes necesarios de los voluntarios, para darle a su amo el preciado título.




Este rito comenzaba a principios de Julio, cuando varios clanes se ponían en marcha a través del sendero llamano Ao, que partía desde Mataveri para llegar a Orongo; aldea ceremonial construída al borde del cráter del volcán Rano Kao, mirando hacia el acantilado y hacia los tres islotes de enfrente: Motu Kaokao, Motu Iti y Motu Nui.

Se trataba de esperar la llegada del Manutara, o ave de la suerte; el cual regularmente anida en estos islotes. Quién obtuviera el primer huevo, convertía enTangata-manu a su amo. 
Sin embargo, obtener el huevo no era nada fácil. Bajar por un acantilado de 120 metros de altura cuyas bases son violentamente azotadas por las olas; el cruce a nado a través en un mar revuelto y dificultoso a causa de los vientos; y las fuertes olas azontando el borde de las islas hacían en extremo peligrosa esta tarea.

A la llegada a Orongo, los pascuenses se instalaban en las casas de piedra allí construídas a la espera del Manutara, espera que podía demorarse un mes. Durante ese tiempo, los hombres no trabajan sino cantaban y bailaban junto a sus mujeres en danzas colectivas. Algunos de los hombres, destacados como centinelas en cavernas al borde del acantilado, observaban el horizonte a la espera del ave. 
Una de las cavernas estaba adornada en el techo con una gran cabeza humana pintada en rojo; y otra, muy propicia para la escucha, se llamaba haka-rongo-manu, que quiere decir "donde se escucha a los pájaros".

No se sabe realmente si en un principio los propios amos cruzaban hacia las islas en busca del huevo, pero hacia 1860, en donde hay datos más concretos, ellos actuaban por presencia, enviando a los hopu, servidores ágiles y buenos nadadores, los cuales se dirigían de antemano a las islas, con provisiones para esperar la llegada de las aves. 
Los Manutara anunciaban su llegada con gritos muy estridentes que se podían escuchar desde lejos. Al llegar a las islas, buscaban refugio y ponían sus huevos. Entonces los hopus los buscaban, tomaban uno y subían a la parte más alta del islote para gritarle a su amo: "Puedes afeitarte la cabeza, que ya tienes el huevo". El primero en hacerlo triunfaba. El grito era transmitido por observadores en la isla al amo ganador.

Este grito se debía a que, a diferencia del rey que nunca se cortaba el pelo ni afeitaba la barba, el Tangata-manu debía pelarse y pintar su cabeza de rojo, para colocarse luego una corona-peluca de cabellos humanos, llamada hau-oho.

Una vez con el huevo en la mano, los hopus volvían a la isla y el ganador se lo entregaba su amo en una gran ceremonia. Luego de cortarse el pelo, pintar la cabeza de rojo y la cara de negro y rojo, y ponerse la corona-peluca, el nuevo Tangata-manu elegía de uno a tres isleños que debían ser sacrificados para asegurar la prosperidad de su reinado (esta elección a veces causaba el estallido de guerras entre los clanes) y luego debía irse a vivir a lo menos seis meses en estricto aislamiento en una casa a los pies del volcán Rano Raraku, al otro lado de la isla. En la casa construída para él también vivía el ivi-ahui, que le servía de criado aunque en una habitación separada, ya que el Tangata-manu no podía ser tocado. Incluso la comina debía recibirla con la mano izquierza, ya que con la derecha había tomado el huevo del Manutara. 
Terminado su año, sus funciones de Tangata-manu terminaban, siguiendo su vida normal, aunque siempre con ciertas consideraciones, teniendo un lugar especial en las fiestas rituales.

Aparentemente entre 1866 y 1867 fue la última vez en que se realizó el culto al Tangata-manu.



Tangata-manu esculpido en una roca 



Tangata-manu tallado en madera

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