lunes, 29 de abril de 2013

EL EVANGELIO DE NICODEMO.



Desde el siglo II d.C. se viene escribiendo, bien por San Justino en sus “Memorias de los apóstoles o evangelios” o a través de otros escritores contemporáneos que el evangelio es uno, el de Jesucristo, pero testimoniado de cuatro formas -evangelio cuadriforme- escrito por los apóstoles o discípulos de estos. Así queda reflejado en uno de los escritos de Orígenes, padre de la Iglesia y uno de los tres pilares de la teología cristiana juntos a San Agustín y San Tomás, en el que afirmaba que “La Iglesia tiene cuatro evangelios, los herejes muchísimos, entre ellos uno que se ha escrito según los doce apóstoles, otro según los egipcios (…)”.

Pues bien, detengámonos en El Evangelio de Nicodemo, que ni es evangelio -propiamente dicho- ni la autoría parece ser de este.

¿Qué es y por que lo llamamos así?

Se trata de una recopilación del siglo V de varios escritos conformado por tres partes: La primera expone con todo detalle el juicio, crucifixión y sepultura de Cristo. Esta es la parte que lleva por titulo Acta Pilati. La segunda describe los debates que tuvieron lugar en el Sanedrín acerca de la resurrección de Cristo, y viene a ser una añadidura de dicha Acta. La tercera parte se titula “Descensus Christi ad inferos”, que pretende ser la narración del descendimiento de Cristo al infierno, hecha por dos testigos, los “hijos de Simeón,” que resucitaron de entre los muertos después de haber visto a Cristo en el Hades.

¿Quién es Nicodemo?

Nicodemo es el nombre de un rico judío escriba fariseo, maestro en Israel y miembro del Consejo Superior Judío, el Sanedrín. Aparece mencionado tres veces en el evangelio de Juan. En el primero y más famoso incidente, poco después de la limpieza del templo, Nicodemo visitó a Jesús de noche, presumiblemente para evitar que lo descubrieran otros de los dirigentes judíos, pero tal vez pudo ser una visita oficial como delegado de los Fariseos del Sanedrín para evaluar las intenciones y el carácter de Jesús. Nicodemo se menciona de nuevo cuando los fariseos y los sumos sacerdotes tratan de arrestar a Jesús mientras él asiste a la Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén. Su tercera aparición en el Evangelio de Juan esta reflejada en el entierro de Jesús, Nicodemo, llevó una gran cantidad de especias para ayudar a José de Arimatea a preparar el cuerpo de Jesús para ser colocado en la tumba y dar a conocer su discipulado.

No todos los fariseos, en la época de Jesucristo fueron una “raza de víboras”, el mismo San Pablo recuerda con gozo sus orígenes. Nicodemo es un claro ejemplo de un fariseo de buena fe, maestro de Israel, sincero y tímido, sin saber a que carta quedarse. No está dispuesto a echar por la borda todo lo que ha aprendido, la Ley y su cumplimiento, su posición, lo que es, pero la presencia de Jesús le desconcierta, por ello acude a Él, aunque con reserva.

Nicodemo es un buscador de la Verdad. Así cuenta el evangelista Juan el primer encuentro de Nicodemo con Jesús:

“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: “Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.” Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.” Dijo Nicodemo: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?”. Respondió Jesús: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.”. Respondió Nicodemo: “¿Cómo puede ser eso?”. Jesús le respondió: “Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?. “En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio”.

Todo un maestro de la Ley y miembro del Sanedrín, como fue Nicodemo, otorga a Jesús el título de Rabbí (maestro) y le honra diciéndole que Dios está con Él. Al parecer Nicodemo había oído hablar de los milagros y tal vez, incluso, había visto algunos de esos milagros que Jesús hizo quedando estupefacto por la naturaleza de ellos, y habían llegado a la conclusión de que nadie podía hacer esto a menos que tuviera algo especial con Dios.

Pero Jesús ni siquiera toca el asunto, le mira directamente a los ojos, y le dice: “Nicodemo, de la manera mas cierta te digo que a menos que un hombre nazca otra vez no puede ver el Reino de los Cielos”. Miró más allá de la conversación inicial, y puso su dedo en la necesidad básica, Nicodemo con toda su religión, con todos sus logros, con toda su prosperidad, con todo su orgullo, con toda su posición y reputación en su comunidad religiosa de maestro del Sanedrín judío no estaba vivo espiritualmente. Así que Jesús le dice: Nicodemo tienes que nacer otra vez. Ya podrán imaginarse a un hombre de la envergadura de este maestro judío tratando de procesar esto, no era la terminología normal a la que estaba acostumbrado en las escuelas rabínicas a las que había asistido, no sabia lo que quería decir, ni siquiera se imaginaba a que se refería. Entonces hace lo que muchos hacen, toma lo que el Señor dijo refiriéndose a cosas espirituales y trata de aplicarlas al mundo físico así que le pregunta que como puede un hombre nacer de nuevo siendo viejo, que si acaso puede entrar en el vientre de su madre y nacer otra vez. Jesús se lo aclara un poco más a través de ejemplos. “En verdad, te digo que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.”. Ahora habla de algo conocido por Nicodemo: el bautismo con agua de Juan. La respuesta va precisando lo que quiere decir Jesús con la imagen del nuevo nacimiento.

Pero Nicodemo manifiesta a Jesús que no le entiende ¿Cómo puede ser esto?. Existía un muro en Nicodemo para que entendiera las palabras del Señor y las aceptase. Era el muro de los prejuicios farisaicos, llenos de autosuficiencia. Era el muro de la visión humana poco abierta a lo sobrenatural. No en vano se dice que la soberbia intelectual es la más difícil de vencer. Era preciso destruir ese muro. Entonces Jesús emplea unas palabras aparentemente duras. Le dice “¿Tú eres maestro de Israel y lo ignoras?”. Es como decirle: no basta toda tu ciencia de maestro de Israel, ni siquiera tu buena voluntad, es necesario superar una barrera nueva. Jesús está llamando ignorante a uno de los más sabios del momento.

Jesús le aclarará que ahí está la raíz del rechazo de sus amigos fariseos y del conjunto del Sanedrín. Necesitan convertirse con humildad y rechazar el pecado: “En verdad, te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio”. Creer no es una consecuencia de la lógica o un fruto exclusivo del entendimiento humano. Creer es un acto del hombre entero que asiente a la palabra y a la luz de Dios, de ahí lo difícil que resulta a los soberbios y lo sencillo que es para los humildes. ¿Creyó entonces Nicodemo? Parece que sí, pues su conducta posterior en el Sanedrín y en la crucifixión lo revelan como discípulo de Cristo.

Nicodemo sale de nuevo a relucir en el evangelio de Juan en la Fiesta de los Tabernáculos. Después de haber pasado un buen tiempo del encuentro con Jesús aquella noche. La multitud estaba fuertemente dividida ante Jesús, unos decían: Este es verdaderamente el Profeta. Otros: Este es el Cristo. En cambio otros replicaban: ¿Acaso el Cristo viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la descendencia de David y de la ciudad de Belén de donde viene David?. En el Sanedrín se reprodujo la discusión que se desarrollaba entre la multitud. La mayoría de maestros decían ¿Acaso alguien de las autoridades o de los fariseos ha creído en él? Pero esta gente que desconoce la ley, son unos malditos. No se molestan en mirar si algún fariseo cree en él sin presiones ni coacciones, y como Jesús demuestra una y otra vez, tampoco conocen la ley. Pero en este caso es Nicodemo el que sale en defensa del Señor pues les dijo ¿Es que nuestra ley juzga a un hombre sin haber oído antes y conocer lo que ha hecho? Le respondieron: ¿También tú eres de Galilea? investiga y te darás cuenta que ningún profeta surge de Galilea. Nicodemo sale en defensa de Jesús en el peor sitio posible, el Sanedrín, donde se estaba gestando la conspiración y detención del profeta galileo. Con sus palabras podemos ver que Nicodemo creía en lo que decía Jesús. Ya estaba convertido como lo hizo San Pablo en su momento.

Finalmente la última aparición de Nicodemo en el evangelio de Juan es en el entierro de Jesús, quien llevó una gran cantidad de especias para ayudar a José de Arimatea a preparar el cuerpo de Jesús para ser colocado en la tumba. La fe ha crecido en ese tiempo, y con ella desaparecen los temores. Era fácil que los matasen, más aún por los cargos que detentaban pues les convertían a los ojos de los conspiradores en presuntos cabecillas de una revuelta en favor del nazareno.

Nada más sabemos de Nicodemo, pero hemos contemplado el cambio interior de un buscador de la Verdad que se ha encontrado con Jesús.

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