miércoles, 29 de mayo de 2013

" CREER O NO CREER ".

Para aquellos que creen, ninguna prueba es necesaria.   Para aquellos que no creen ninguna prueba es suficiente.

San Ignacio de Loyola.






Gentileza de Revelaciones Marianas.

Durante muchos años, la prensa, el cine y la televisión han presentado continuamente como aterradora la hipótesis de la existencia en el Cosmos de seres inteligentes extraterrestres, a lo que hay que añadir la apatía espiritual y el escaso deseo de conocimiento demostrado por las masas, ocupadas en desenredarse de miles de problemas existenciales, y desorientadas también por las inexactas interpretaciones teológicas, a propósito de este fenómeno espacial, en el que es rica toda la Sagrada Escritura. Por otra parte, también las tesis científicas enunciadas por cerebros mediocres desprovistos de intuición y de escasa "genialidad" que basan la investigación sobre presupuestos exclusivamente materialistas de la prueba obtenida reproduciendo en laboratorio el fenómeno analizado, han excluido la posibilidad de una vida de tipo "humano".

Todo esto ha hecho difícil no sólo aceptar la idea de que "no estamos solos en el Universo", sino también convencerse de que las astronaves desconocidas que se muestran en los cielos al hombre del siglo XX son "una vieja realidad" y que las Inteligencias que producen tales vehículos han estado siempre junto al hombre para ayudarlo y guiarlo a lo largo de los fatigosos y a veces dolorosos senderos de la vida.

El hombre actual tiene suficiente coeficiente intelectual y sensibilidad suficiente para interpretar, siempre que lo quiera, lo que cae bajo los propios sentidos. Muchas veces sin embargo, la interpretación de determinados fenómenos, bien sea con el auxilio del telescopio, del microscopio, del radar y de sofisticados aparatos electrónicos, se vuelve difícil porque subsiste en el ánimo del hombre una infinidad de prejuicios científicos, religiosos, políticos, y éticos que lo obstaculizan y esclavizan. Además el hombre ha analizado siempre un fenómeno dirigiendo las investigaciones hacia lo exterior, viniéndose indefectiblemente a encontrar delante de un muro impenetrable que ni los sentidos ni la "razón" podían superar.

El hombre de hoy tiene también la suficiente madurez como para permitirle salir de tales estancamientos: él debe aprender a recorrer el camino que lleva hacia su interior; es decir, aprender también a hacer uso de la intuición, de su inteligencia espiritual más profunda, realidades que proceden de su origen divino. Mediante tales facultades y con una gran humildad, los "genios" de todo tiempo han llegado al descubrimiento de Leyes Universales que han hecho evolucionar a la humanidad.

Estamos en una época en que no sólo algunas grandes mentes y espíritus pueden dar pasos de gigante en el camino de la evolución hacia la verdadera Vida, sino que todo ser humano de nuestro planeta, si lo quiere, puede comprender el lazo que une lo limitado a lo infinito, lo mortal a lo eterno, y por tanto, el hombre a Dios.

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