30-10-2013
La operación que ha levantado, que sigue levantando todas las alarmas con toda razón -y con honda preocupación en todo el mundo- es el traslado que se efectuará dentro de unas dos semanas, bajo la dirección y coordinación de TEPCO, la empresa propietaria, de los barras radiactivas de combustible desde la piscina del techo del muy dañado reactor 4 de la central de Fukushima. Nunca, hasta el momento, se ha realizado una intervención tecnológica de estas características. Las dimensiones y los nuevos e inesperados avatares de la hecatombe de marzo de 2011 siguen siendo inconmensurables. El más que Chernóbil a cámara lenta del que nos habló poco después del desastre Eduard Rodríguez Farré.
Hay dos aproximaciones recientes de interés, otras caras del mismo dantesco poliedro.
La primera es panorámica. “Carta a los jóvenes atletas que sueñan con venir a Tokyo en 2020: algunos datos que deberían conocer sobre Fukushima” es un artículo de Takashi Hirose [TH] traducido recientemente por sin permiso [1].
El 7 de septiembre de 2013, recuerda TH, el primer ministro japonés Shinzo Abe declaró ante el COI, el Comité Olímpico Internacional: “Puede que algunos sean suspicaces en lo que concierne a Fukushima. Déjenme asegurarles que la situación está bajo control. Nunca ha hecho ni jamás hará ningún daño a Tokyo”. Palabra para la ocasión. No es el caso, la situación no está bajo control.
Los portavoces del gobierno japonés defienden la afirmación de Abe diciendo que los niveles de radiación en el Pacífico todavía no han sobrepasado los límites de las normas de seguridad, señala el autor de The Fukushima Meltdown: The World’s First Earthquake-Tsunami-Nuclear Disaster pero “estamos hablando… del océano Pacífico –el mayor depósito de agua en la Tierra y, hasta donde sabemos, del universo”. TEPCO ha estado vertiendo al océano agua de sus reactores de Fukushima “durante dos años y medio y, hasta ahora, el océano Pacífico ha sido capaz de diluirla sin superar los límites de seguridad”. Hasta ahora.
Pero, por supuesto comenta el autor, “no hay ninguna perspectiva a la vista de que vaya a cerrarse el grifo”. TH señala ocho nudos que deberíamos conocer de la situación. Recordemos algunos de ellos:
1. En una zona verde residencial de Tokio (unos 230 km de Fukushima), “se encontró que la tierra tenía un nivel de radiación de 92.335 becquerelios por m2. Ese es un nivel peligroso, comparable al que se encontró alrededor de Chernóbil…. Una razón por la que en la capital se encuentra tal nivel de contaminación es que “entre Tokio y Fukushima no hay montañas lo suficientemente altas como para bloquear las nubes radioactivas”.
2. En el interior de los reactores 1 y 3, como se recuerda, “las tuberías (por las que circulaba el agua fría) se rompieron, lo que causó una fusión”. Durante dos años y medio, los trabajadores han estado “vertiendo agua en el reactor”. TH destaca que no sabemos con seguridad si el agua está alcanzando el combustible derretido.
3. Se considera que el mayor problema es el agua fría que se ha vertido en el reactor. De hecho, “los periódicos y las cadenas de televisión que antes se habían esforzado en esconder los peligros de la energía nuclear, ahora informan sobre ellos todos los días, y critican a Shinzo Abe por la mentira que contó al COI”. El agua altamente irradiada se está filtrando y mezclando con el agua del subsuelo, “un goteo que no puede pararse”. Corolario: se está colando agua contaminada océano adentro. Para conseguir los juegos olímpicos del 2020, “se ha dejado de lado un hecho crucial en los informes para el exterior. Solo se informa del hecho de que el agua irradiada sigue rezumando por la superficie del suelo alrededor del reactor”. Pero el agua del subsuelo también está siendo irradiada. Esa agua fluye “y se mezcla con el agua marina a través de las corrientes subterráneas”.
4. Otro punto que ya denunció Eduard Rodríguez Farré en su momento: “las verduras y el pescado que provienen de la zona de Tokio, incluso si han sido irradiadas, no se tiran”. ¿Por qué? Porque “el nivel de tolerancia a la radiación en la comida establecido por el gobierno japonés… es el mismo que el nivel de radiación tolerado en los deshechos con baja radiación”. TH lo apunta con claridad: “Es lo mismo que decir que en Japón, hoy día, al haberse contaminado todo el país en su totalidad, la única opción que queda es servir en la mesa basura irradiada”. Añade: “La distribución de la comida irradiada también resulta un problema. La comida proveniente de la zona de Fukushima se envía a otra prefectura y, entonces, se vuelve a enviar reetiquetada como si hubiera sido producida en la segunda prefectura”. De hecho, “la comida distribuida por las mayores empresas alimentarias, así como la comida servida en los restaurantes caros, no ha pasado casi nunca por ningún test de radiación”.
5. La única radiación que se mide de los reactores es el cesio. No obstante, apunta el autor, “grandes cantidades de estroncio 90 y de tritio se están esparciendo por todo Japón”. Ambos son extremadamente peligrosos: “el estroncio puede causar leucemia y el tritio puede producir desórdenes cromosómicos.”
6. Un escenario casi desconocido: “para librarse de la contaminación que ha invadido la vasta zona del este de Japón, están raspando la capa superior de la tierra y que la están poniendo en bolsas de plástico como si fuera basura”. Estas bolsas de plástico, a merced de las inclemencias climáticas, “se amontonan en campos del este de Japón, expuestas al ataque de lluvias torrenciales y de tifones. El plástico puede rasgarse y su contenido esparcirse”.
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