lunes, 7 de octubre de 2013

LA HECATOMBE FUKUSHIMA, EL RAYO (RADIACTIVO) QUE NO CESA.

05-10-2013 


Tres mil quinientos trabajadores siguen luchando, en condiciones casi imposibles (y que algún día conoceremos con detalle… y probablemente con horror), por desmantelar la central de Fukushima. No es fácil, es una tarea casi sobrehumana.

TEPCO, operador de la central atómica (que, recuérdese, sufrió una triple fusión nuclear y explosiones de hidrógeno tras el terremoto y posterior tsunami de marzo de 2011), ha informado recientemente que a finales de septiembre se ha producido “una fuga de 4 toneladas de agua de lluvia contaminada con niveles bajos de radiación” [1] (de hecho, nunca hay niveles “bajos-inocuos” o en absoluto dañinos de radiación). Sucedió durante el traslado de agua entre zonas con tanques de almacenamiento. El agua contaminada se filtró al subsuelo proveniente de uno de los tanques contenedores.

(La corporación nuclear nipona, recuérdese, está intentando contener el agua contaminada después de comprobar que “300 toneladas de agua radiactiva se habían filtrado desde un tanque en la central”, en una zona de tanques de contención desde la que escapó el agua tóxica el pasado agosto. ).

La historia de lo sucedido:

Las fuertes lluvias durante un tifón reciente inundaron una de las zonas de tanques en los que se almacena el agua sobrante que se arroja sobre los rectores dañados para enfriarlos. El agua desbordada desde el tanque contenía sustancias radiactivas de unos 160 becquereles, “cinco veces más que lo que permite el Gobierno verter al mar” [2]. Responsables de Tepco decidieron transferir el agua.

Durante el traslado un trabajador observó la fuga que, se calcula, fue de unas 4 toneladas, agua radiactiva que fue absorbida por el terreno. El agua se desbordó, según parece, “desde uno de los contenedores después de que dos empleados de la central lo utilizaran de manera equivocada para transferir el agua de lluvia acumulada”.

Para poder tratar la ingente cantidad de agua acumulada, TEPCO ha reactivado un nuevo sistema que pretende eliminar gran parte de los materiales radiactivos. Se espera (¿vana esperanza?) “que el correcto funcionamiento de este nuevo sistema contribuya de manera crucial a solucionar el grave problema, al ser capaz de procesar y limpiar el líquido a un ritmo superior al del incremento de agua estancada” [3].

La situación puede empeorar… por supuesto.

Son probables nuevas fuertes lluvias en los próximos días a medida que se acerca otra tormenta por el sur. Según el Centro de Advertencia de Tifones de la Armada de EEUU, se espera que “la depresión tropical Sepat gane fuerza durante la noche y llegue a las cercanías de Fukushima a las 12:00 GMT” de este miércoles 2 de octubre.

Tepco ha bombeado, diariamente, cientos de toneladas de agua sobre los reactores de Fukushima para enfriarlos. El agua, radiactiva, se almacena en tanques por encima de la superficie. En agosto, la corporación tuvo que admitir que al menos uno de esos tanques, construidos rápidamente, con muchas urgencias y escasa seguridad, presentaba fugas. También se encontró “altos niveles de radiación justo por encima del terreno” cercano a otros tanques. Inferencia: hay o puede haber “profundos problemas estructurales con los mismos.”

Además de todo ello, Tepco ha admitido también que recientemente “una de las tres unidades que inyecta nitrógeno [4] a los reactores dañados tuvo que ser cerrada” (fue reiniciada posteriormente). Se trató de un error, una manipulación equivocada de un trabajador. De nuevo, un lema no publicitario que no parece admitirse, que no quiere aceptarse: errar es humano, no existen tecnologías perfectas.

Así, pues, el mortífero rayo radiactivo que no cesa, que no dejará de cesar durante años y años. ¿Energía-industria barata, eficiente, segura, pacífica, imprescindible, sin vuelta atrás, la apuesta del futuro sin apenas “externalidades”, en algún momento incluso, según algunas voces, una energía “alternativa”, la energía del futuro?

Pero hay más, aún más reciente. TEPCO manifestó el pasado jueves que “otro tanque que contiene agua muy contaminada se desbordó y probablemente lo vertió al océano Pacífico” [5]. Es, pues, la segunda filtración de este tipo en menos de dos meses. La pregunta se impone: ¿está Tokyo Electric Power Co, una gran corporación de la tercera economía del mundo, en condiciones de llevar a cabo y alcanzar buen puerto una compleja operación de, digamos, “limpieza antiradiactiva” que podría prolongarse durante décadas?

La corporación informó, tuvo que informar, “que el agua que se filtró contenía 200.000 becquerelios/l de isótopos radiactivos que emiten partículas beta, incluido estroncio 90”. El límite legal para el estroncio 90 es de unos 30 becquerelios/l. Según señaló el portavoz Masayuki Ono a la prensa, cerca de 430 litros de agua fue vertida durante unas 12 horas después de que un trabajador juzgara erróneamente la cantidad de líquido que podía contener el tanque (“inclinado debido a que no está en una superficie lisa”). La compañía está llenando tanques hasta el borde, No tiene la capacidad para afrontar el aumento de agua contaminada. El líquido radiactivo “posiblemente ha ido a una zanja que lleva al Pacífico, a unos 300 m, del tanque”.

La radiación medida del agua que se filtra de las instalaciones está confinada mayoritariamente al puerto, junto a la central, han afirmado alegremente las autoridades. No es una amenaza medioambiental para otros países; se diluye en el mar, han añadido. ¿Quién les puede creer?

Lo dicho, pues, por el gran científico republicano e internacionalista Eduard Rodríguez Farré pocos días después de la hecatombe de 11 de marzo de 2011: un Chernóbil (o peor) a cámara lenta. Este es el escenario. De ahora y en décadas.

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