lunes, 17 de febrero de 2014

UN CAMPO EN CALIFORNIA EEUU. SE SECA.




Cientos de miles de hectáreas quedan sin plantar por la falta de agua y el ganado se queda sin pasto para comer.
Sube el desempleo y los precios en el sector agrícola que mueve al año 45.000 millones de dólares.

Una bomba en un campo de Firebaugh, California / Ken James (Bloomberg)

Campos desnudos, secos, desprovistos del verdor que otros años por esta época solían lucir, es la estampa triste que desfila por la autopista 101-N, desde Salinas al valle de San Benito, en las inmediaciones de San José. Hasta las palmeras se han secado y parecen esqueletos desolados que miran al cielo clamando por un poco de lluvia.

Esa es la palabra mágica, lluvia. Esta vez se ha olvidado de California y en estos momentos se está sufriendo la peor sequía que se conoce desde hace 500 años. En Hollister, un enclave agrícola y ganadero en el corazón del valle de San Benito, con la mayoría de la población de procedencia mexicana, lo saben muy bien.

La pareja formada por Felipe y Ayde Fregoso regentan una pequeña tienda de comestibles y sus clientes son los trabajadores del campo. Las verduras y las frutas se mezclan con las estampas y las imágenes de vírgenes en este establecimiento humilde donde todos los clientes son mexicanos.

“La situación es dramática. No hay pastos para las granjas y los rancheros están vendiendo las vacas porque no las pueden mantener. Tampoco se está sembrando ni tomate, ni chile. No hay agua y las cosechas no pueden salir adelante”, explica Felipe.

“Llevamos veinte años aquí y nunca habíamos vivido una situación como esta”. Ahora quien habla es Ayde y confiesa con preocupación que “las ventas han bajado porque nuestros clientes están en paro”. “Si no hay siembra no hay trabajo, ni tampoco recogida de uvas, de cerezas y fresas. Aquí los jornaleros se van moviendo por el valle de un lado a otro dependiendo de los ciclos agrícolas, pero ahora todo está paralizado. Y además los precios de las frutas, las verduras y la carne han subido. Por ejemplo, el año pasado, vendíamos tres libras de naranjas( un kilo y medio) por dos dólares, y este año sólo damos por ese precio dos libras”.

La reserva de San Luis que abastece de agua el valle está seca y una noticia que nadie quería oír se ha abierto paso: ElStateWater Proyect, que ayuda a proveer las necesidades del Estado en materia de agua, por primera vez en su más de medio siglo de historia ha anunciado que no va a poder hacer frente a las demandas de agua para usos agrícolas y urbanos por la sencilla razón de que carece de ella.

El 75% del agua de California va a parar a usos agrícolas, un sector considerado la joya del Estado y de vital importancia en el conjunto del país, que mueve al año 45.000 millones de dólares. Aquí se producen cerca de la mitad de las frutas, verduras y frutos secos de Estados Unidos, lo que convierte a California en la huerta de la nación. La sequía, de dimensiones tan grandes que se puede detectar con precisión en las fotos que realiza la NASA desde el espacio, supone un jaque-mate para este importante bastión económico.

Las macro cifras hablan por sí mismas, pero también las pequeñas. Ángel Rodríguez cuenta que “lleva tres meses sin trabajar”. “Ahora mismo deberíamos estar plantando chile, pero hasta nueva orden los rancheros nos han dicho que no lo van a hacer”. Acaba de entrar a la tienda de los Fregoso y ha comprado un par de tomates y un plátano, eso es todo.

Los pájaros están hambrientos

No hay pasto para las vacas ni alimento para los pájaros. El Valle de Monterey es más afortunado que el de San Benito, “principalmente debido a que al estar a menor altura, la sequía le afecta menos y cuenta con mayores reservas de agua”, explica el sembrador Julián Escalante que trabaja en Spreckles, un pueblo en las inmediaciones de Salinas.

Es una zona en la que se siembran lechugas, coliflores, cilantro y todo tipo de verduras, además de fresas. “Otros años por esta época no teníamos que regar, ya que con el agua de la lluvia bastaba, y ahora cada día”, dice Escalante. Lo hacen a través del sistema de goteo para ahorrar al máximo.

La vista se pierde en el espacio de campos inmensos, algunos adornados con cintas de colores que brillan. “Es para intentar ahuyentar los pájaros –aclara Julián- y evitar que se coman lo sembrado. Mira los cerros, están pelados, y no encuentran nada con que alimentarse, así que vienen a las lechugas”.

De momento este Valle tiene agua y puede resistir “una año aproximadamente”, comenta otro de los sembradores, Carlos Pérez, “pero si no llueve nos va a pasar lo mismo que al Valle de San Benito, al de San Joaquín y a otros muchos”.

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