miércoles, 5 de marzo de 2014

CRIMEA Y EL FANTASMA DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL.



MADRID Día 05/03/2014 - 08.59h

Los analistas coinciden en que no habrá un conflicto internacional por Ucrania. También en que, de momento, Putin le ha ganado la partida a Occidente.

afp
Buques de la flota rusa del Mar Negro amarrados frente al puerto de Sebastopol

La mecha de las dos guerras mundiales que asolaron a la humanidad en el siglo pasado prendió en el corazón de Europa. Esos antecedentes y la reciente deriva de los acontecimientos en Crimea han hecho temer a parte del público el advenimiento de, nada menos, que la tercera guerra mundial. Efectivamente, las imágenes de los soldados y armas rusos en acción que estos días reproducen los medios de comunicación, o la del presidente Obama al teléfono en el despacho oval intentando convencer a su homólogo Vladimir Putin de que ordene el repliegue de sus tropas en Ucrania, recuerdan demasiado a episodios inquietantes de la Guerra Fría que se creían superados en la era de la globalización. Pero, aunque hay motivos evidentes para la preocupación, la perspectiva de una contienda internacional generalizado, como las que estallaron en 1914 y 1939 parece muy, muy lejana.

¿Por qué? La respuesta la da Félix Arteaga, investigador para Seguridad y Defensa del Real Instituto Elcano: «Rusia ha dejado claro que está dispuesta a respaldar sus posturas políticas con la fuerza militar. Occidente ha dejado claro que no está dispuesta en absoluto». Esta postura claudicante de las potencias occidentales es la que permite, al menos de momento, descartar un escenario de guerra.

Arteaga explica que Putin ya ha conseguido sus primeros objetivos en el litigio ucraniano, conseguir que los habitantes de la mitad oriental de Ucrania, la claramente virada a Rusia, se sientan respaldados. Mientras, continúa este experto, «el líder de occidente,Estados Unidos, está apostando por una política de valores, la política idealista de Obama, pero su problema es que quiere imponer esos valores a bajo coste».

«Rusia ha dejado claro que respaldará su postura con la fuerza; occidente, que no lo hará»Dentro de los propios Estados Unidos, se han alzado muchas voces críticas contra lo que consideran una postura de debilidad del presidente. El senador John McCain no dudó en asegurar que «Putin no respeta a Obama» y cree que el problema del mandatario estadounidense es que traza líneas rojas que luego no hace respetar. Es lo mismo que le ocurrió en Siria.

Para Richard Fontaine, exasesor del senador McCain, está claro que Washington debería seguir una línea de firmeza, aunque no incluye de momento la opción militar. «Se debería dar apoyo económico y diplomático al Gobierno de Kiev y reforzar los vínculos con los socios de la OTAN que siguen con alarma los acontecimientos». Se refiere Fontaine a las exrepúblicas del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania, que desearían que la Alianza Atlántica planteara una resistencia abierta a Moscú. Sin embargo, a pesar de la retórica inflamada de los últimos días, no parece que nadie en las cancillerías europeas contemple ningún tipo de réplica armada a la intervención rusa en Crimea. Como predice con contundencia Arteaga: «Ningún país occidental va a poner tropas sobre el terreno porque Ucrania no le merece a ninguno el riesgo de un enfrentamiento abierto con Rusia».

Paso inquietante

Pero, aunque no parezca un choque bélico masivo entre las grandes potencias del mundo industrializado, Crimea sí supone un paso en una dirección inquietante. Eldridge Colby experto en materia nuclear del Centre For a New American Security (CNAS), afirma que «los viejos conflictos de la frontera este de Europa subsisten, las rivalidades se han endurecido de manera ominosa y Rusia se ha rearmado». Colby advierte que «aunque no nos guste, tenemos que empezar a hacernos a la idea de que Putin tiene poder y está dispuesto a utilizarlo» y concluye que «occidente tiene que pensar qué quiere conseguir en la región, qué riesgos está dispuesto a correr. En definitiva tenemos que empezar a pensar en el poder, también en el poder militar».

En realidad, a corto plazo, la verdadera amenaza de que la violencia se desborde en Ucrania no proviene de actores externos, sino de los propios ucranianos, una nación dividida por la línea de fractura que dibuja el río Dniéper entre el oriente industrializado y prorruso y el occidente rural y de influencia europea. Con un gobierno interino que ha perdido el control de gran parte del país y unas arcas en peligro inminente de caer en la bancarrota, la amenaza de un conflicto civil sigue latente y podría precipitarse en cualquier momento.

Putin no cederá

En este crítico contexto, Putin ya ha dejado claro que no cederá en su afán de controlar lo que considera parte indispensable del área natural de influencia de Rusia, algo que por otra parte se recoge desde 2010 en la Estrategia Nacional de Seguridadadoptada por el Kremlin. Es esta una firmeza que resulta casi inconcebible en el bloque occidental, en el que se necesitan largas conversaciones solo para la aprobación de un comunicado conjunto y en el que se impone poco a poco el pragmatismo alemán, que aboga por la negociación para desbloquear la situación. Angela Merkel ha dejado claro desde el primer momento su aversión a que el conflicto ucraniano termine saliéndose del cauce diplomático.

En cualquier caso, y aunque la tercera guerra mundial siga de momento siendo material para los libros de política-ficción, ya hay una consecuencia clara y preocupante de lo que está ocurriendo a orillas del Mar Negro. El diagnóstico lo expresa Félix Arteaga: «Todo esto va a empequeñecer aún más el poder de occidente», una tendencia de la que ya hablaron autores como Oswald Spengler o Samuel P. Huntington y que un exagente del KGB llamado Valdimir Putin ha vuelto a confirmar.

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