lunes, 23 de junio de 2014

ENERGÍA NUCLEAR : UN NEGOCIO MILITAR DISFRAZADO DE PROGRESO.




Antonio Elio Brailovsky* tiene una clara visión sobre las ciencias energéticas del siglo XXI: “El que produce tecnología tiene poder”, afirma el reconocido ambientalista y periodista a Diario Publicable. En esta entrevista, el también profesor universitario explica de qué se trata la energía nuclear, sus consecuencias y secretos.


"Una central atómica presta servicios durante 30 o 40 años y genera residuos que permanecen peligrosos durante 20, 50 o 200 mil años."

-¿Cómo surge el uso de la energía nuclear para generar electricidad?

-La lógica del negocio inicialmente es militar. Las centrales atómicas con fines pacíficos son todas centrales militares disfrazadas. Al final de la Segunda Guerra Mundial, las centrales atómicas dejaron de tener sentido, entonces las fuerzas armadas se plantearon para qué podía servir en tiempos de paz. La respuesta fue: “Esto levanta calor”. Entonces una planta nuclear es una forma muy complicada y peligrosa de hervir agua, nada más.

-¿Cuáles son las ventajas de producir electricidad de esta manera?

-Para el operador nuclear la gran ventaja es el secreto. Con el pretexto del secreto tecnológico y la soberanía, nunca nadie audita las cuentas. Por otro lado, es el único caso en el cual se ponen en marcha instalaciones industriales sin resolver los problemas técnicos. Cuando se iniciaron las centrales atómicas a fines de del '40, no sabían qué iban a hacer con los residuos pero estaban convencidos de que para cuando apareciera el problema la ciencia iba a haber avanzado. Los residuos siguen ahí.

-¿Qué ocurre con ese aspecto de los residuos en particular?

-Montar una central atómica sin haber resuelto los problemas técnicos es una urgencia político-militar: “Los rusos o los yankies van a tenerlo y yo quiero más bombas que ellos”. Una central atómica presta servicios durante 30 o 40 años genera residuos que permanecen peligrosos durante 20, 50 o 200 mil años, según el tipo de radioactividad. Pero además tienen toxicidad química: cuando pierdan toda la radioactividad, el uranio, el mercurio y el plomo van a seguir siendo tóxicos.

-¿Qué riesgos corren los vecinos de las centrales?

-En la Argentina se manejó siempre la ficción de que las emisiones son nulas. En ningún país son nulas. Tuvimos un caso muy complicado con los residuos de los laboratorios de Ezeiza, que en algún momento los enterraron pensando que para cuando llegaran a las napas ya la tierra iba a haber filtrado los componentes radioactivos. Hubo una denuncia de vecinos, fue la Justicia y se llamó a un perito geólogo serio, Fernando Máximo Díaz, que encontró uranio debajo del centro atómico. La Comisión de Energía Atómica dijo que era uranio natural y falsearon los análisis para demostrarlo.

Cuando el tema creció, echaron a Díaz y pusieron un perito que respondía a los atómicos.

"La gran ventaja para el operador nuclear es el secreto", afirma el ambientalista.

-¿Qué pasa con los trabajadores de las plantas?

-Las normas de protección son diferentes para el público general que para el personal de las plantas. El obrero puede estar sometido a niveles mayores de radiación que cualquier persona por reglamento, y además está blanqueado.

Inclusive, lo que se dice en los pasillos de los sindicatos es que cuando un obrero quiere alargar las vacaciones se somete a una exposición radiológica mayor así le dan más días. Hay que volver a discutir el tema de los umbrales permitidos. El umbral permitido tiene que ser cero o lo más próximo posible.

-¿Radioactividad es igual a cáncer?

-La radioactividad interfiere en la división celular y, por supuesto, una división celular alterada puede significar el nacimiento de tumores.

-¿Existen recursos energéticos alternativos que generen la misma energía que las plantas nucleares?

-La pregunta es si la cantidad de energía que usamos es la que necesitamos.

En una sociedad en la que la energía es mercancía, lo que las empresas eléctricas necesitan es que consumamos. Y cuanto más, mejor. Entonces los cuadros estadísticos que relacionan bienestar y desarrollo con consumo energético son tramposos. En las fotos satelitales del planeta que muestran ciudades fuertemente iluminadas, lo que se ve es despilfarro. Si hubiera uso racional de la energía, desde el satélite no se podría ver nada.

-¿La energía eólica es, entonces, una buena alternativa?


-Cada vez que vas al sur argentino, todo el mundo está enojado con el “maldito viento patagónico”. Con el tamaño de la Patagonia tendría que haber cientos de parques eólicos y vender electricidad a los países vecinos

-¿Hay alguna otra alternativa?

-La energía hidroeléctrica, que se está usando en algunos lugares del sur y desde hace muy poco tiempo en un pequeño asentamiento de pescadores frente a Rosario. Pero con la tremenda energía del Paraná, hay que usarla para la ciudad entera. Además, no tiene impacto ambiental: no quema nada, no pierde nada, no puede explotar, no es radioactivo. El tema con esta alternativa es el siguiente: ¿Dónde está el negocio de vender combustible y desesperar a la gente con que hay una crisis energética y que tenemos que hacer una guerra?

*Nota del entrevistado: Quiero compartir con ustedes una entrevista que me realizaron dos periodistas de TEA sobre la falsa opción que representa la energía nuclear. Después de muchas décadas de publicitarla como una maravilla, los operadores nucleares han optado por el silencio. Sin embargo, continúan realizando gestiones discretas que llevan a expandir una actividad innecesariamente cara e innecesariamente peligrosa. El fantasma de la crisis energética suele ser un argumento para convencer a políticos desinformados y desesperados.

Una necesaria aclaración: al final de la nota, cuando hablo de la energía de los ríos, no me refiero a volver a construir grandes represas. Existen las turbinas de paso, que aprovechan el movimiento de los ríos, del mismo modo que los generadores eólicos aprovechan el movimiento del aire. Sólo que el negocio no es producir mucha energía sino gastar mucho.


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