El robot Conejo de Jade se despliega sobre la Luna.
El éxito chino de desplegar una sonda y un robot en la superficie de la Luna confirma que hay un nuevo gran actor en el espacio. Esta semana estuvo cargada de polémica tras el artículo del Nobel de Medicina contra las grandes revistas científicas. Nuevos estudios muestran que la mujer lo tiene más difícil para investigar.
La Sonda Chang’e-3 se posó suavemente en la Luna —en la Bahía de los Arcoíris como estaba previsto— y dio así un salto en su poderío espacial al demostrar que está a la altura de las dos grandes potencias espaciales de la historia: EEUU y la URSS-Rusia. Eso sí, con 37 años de retraso, que es el tiempo que ha transcurrido desde que los soviéticos posaron la última nave en nuestro satélite, el Lunik-24. Desde entonces ningún aparato había llegado de forma controlada en la Luna —porque ya hemos estampado unos cuantos cacharros contra sus cráteres— para estudiar directamente su superficie y sus recursos como hará el robot Conejo de Jade (Yutu en chino) de ahora en adelante.
La Sonda, que alunizó el sábado cuando eran las 21.12 horas en China, estará activa un año. El robot explorador Conejo de Jade, que se desplegó al cabo de unas horas desde la sonda, tiene trabajo para al menos tres meses analizando elemento físicos, químicos y geológicos de la Luna. Pekín quiere ahora mandar taikonautas hasta allí y alzar su propia estación espacial fija. Este éxito del programa espacial chino es el mejor ejemplo de cómo la carrera espacial ha desplazado su eje hacia potencias emergentes en Asia. Porque China, que aspira a mandar misiones de ida y vuelta a la Luna a partir de 2020, no es el único país que se ha colado en la carrera espacial.
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