Esta semana también se ha conocido la bella historia de un meteorito caído en España en 1931. El 9 de julio de aquel año, alrededor de las 9:30, una bola de fuego surcó los cielos de la provincia de León y un fragmento humeante fue a caer a los pies de Rosa González Pérez, una niña de 11 años que caminaba por el centro de la localidad de Ardón para hacer un recado. La chica cogió aquella roca negruzca, todavía caliente, y la guardó en una cajita, donde la ha conservado durante más de 80 años.
Esta semana, el astrofísico Josep Maria Trigo, del Instituto de Ciencias del Espacio del CSIC, ha presentado aquel meteorito, sacado a la luz por un sobrino de Rosa González. Se trata de un fragmento de un asteroide primitivo que contiene granos metálicos que giraban alrededor del Sol hace unos 4.565 millones de años. Son “los primeros componentes sólidos del Sistema Solar, formados mucho antes que nuestra propia Tierra”, según ha explicado el astrofísico.
La niña Rosa tuvo suerte. Aunque la probabilidad de que un meteorito impacte sobre una persona es de tan sólo una entre 174 millones, ya ha ocurrido varias veces. El 14 de agosto de 1992, por ejemplo, un fragmento de tres gramos de un meteorito de una tonelada que había estallado en la atmósfera le cayó en la cabeza a un chico que caminaba por la aldea ugandesa de Mbale.
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