Las religiones humanas y el origen de las figuras como Zeus, Osiris, Isis, el Minotauro y otros seres mitológicos se sitúan en el marco de la Historia de la Tierra. En la Antigua Sumer, en Babilonia, Asiria, Egipto o Grecia, aparecen en escena múltiples dioses. Entonces, de pronto, y en la Biblia, aparece un nuevo y poderoso dios llamado Yahveh, que nadie sabe de dónde ha salido. Se cree que probablemente Yahveh es en realidad el dios sumerio Enlil. Y se cree que su hermano, el dios sumerio Enki, creó a los seres humanos a partir de su propio ADN. Esto explicaría que su gran rival Enlil (supuestamente Yahveh) nos considerase una abominación. Pero vayamos a los inicios, para los que solo podemos basarnos en antiquísimas tradiciones. Preparémonos a entrar en un entorno lleno de aparente fantasía, que soy consciente que es difícil de creer, aunque existen importantes coincidencias con nuestros antiguos mitos. Estas tradiciones nos dicen que en nuestra galaxia existen billones de seres estelares, en que las razas humanoides son la norma y no la excepción. Estas razas descienden de diferentes formas de vida. Una de las razas estelares más antigua de este sector del universo es la que evolucionó de ancestros dinosaurios en el sistema estelar de Orión. De aquí vendría la proliferación de dragones y serpientes en todas las antiguas mitologías. Regidos por Reinas, crearon el imperio más poderoso de esta galaxia, al que llamaremos Imperio Orión. Sus guerreros eran inigualables por su bravura y ferocidad, y su imperio era inigualable en tamaño y poder. Robert Morning Sky (Cielo de la mañana), es un conocido estudioso y conferenciante amerindio, que ha escrito artículos y libros sobre distintos temas, como las tribus americanas (entre ellas sobre los indios Hopi) y ufología. Morning Sky ha realizado un interesante estudio sobre los Hopi y los sumerios, así como sobre sus similitudes. Sumeria, es una antigua región del Cercano Oriente, que se encuentra en lo que sería actualmente parte del territorio de Irak. Formaba la parte sur de la histórica Mesopotamia, entre la planicie ubicada entre los ríos Éufrates y Tigris. Grandes misterios envuelven a la Civilización Sumeria, considerada la primera y más antigua civilización conocida del mundo.
La procedencia de sus habitantes, los sumerios, es incierta y se han escrito las más variadas hipótesis al respecto. En la lengua sumeria esta región era denominada Kengi (ki), equivalente al acadio mat. También recibe el nombre de Senaar, esto es, la «tierra de Súmer». Robert Morning Sky, en su obra “Terra Papers – La historia secreta del planeta Tierra”, escribió lo siguiente: “No estamos solos. Los astrónomos están equivocados. Los científicos están equivocados. Ellos están aquí, pero no podemos verlos porque se esconden. Se esconden a plena vista. Nosotros somos sus siervos, somos sus esclavos, somos su propiedad, somos de ellos”. Me he basado en esta obra para escribir este artículo. Sé que las afirmaciones de Robert Morning Sky pueden parecer muy fantasiosas, pero hay razones para creer que es algo más que una historia fantástica. Según explica Morning Sky, creció escuchando las historias que su abuelo sobre un Ser del Espacio que él ayudo a rescatar. Su abuelo era uno de los seis jóvenes nativos americanos que fueron testigos del choque de una nave espacial en 1947, poco después del famoso Incidente de Roswell. Cuando llegaron al lugar, encontraron a un ser aún con vida. Le trasladaron a su campamento donde lo escondieron y lo cuidaron hasta que recupero la salud. Le llamaban por respeto ‘Anciano de las Estrellas’. Cuando pasó el tiempo les reveló su nombre. Se llamaba Bek’Ti y les reveló la historia de la humanidad y del planeta Tierra. A finales de los años 60, cuando Morning Sky comenzó la universidad, estaba considerando la posibilidad de que esas historias pudieran no ser ciertas. Por esta razón se matriculó en Estudios Religiosos, un programa de estudio independiente que le daría la oportunidad de investigar los textos antiguos para probar o refutar todas las historias del Anciano de las Estrellas. Presentó a su profesor de Estudios Religiosos una tesis que recogía tres años de investigación. Se titulaba “Documentos Terra – Una Historia Oculta del Planeta Tierra ” (“Terra Papers – Hidden History of Planet Earth”). A los pocos días, la había etiquetado como “una obra de blasfemia y ultraje” y casi consigue que le echaran de la escuela. Entonces contactó con investigadores y organizaciones ufológicas, pero la respuesta general que obtuvo fue que era material mitológico y de leyendas de los nativos americanos, inapropiado para el estudio serio de un fenómeno científico.
Sirio y Orión, ¿Por qué son tan importantes para las antiguas civilizaciones? Orión, el Cazador, es una constelación prominente, quizás la mejor conocida del cielo. Sus estrellas brillantes y visibles desde ambos hemisferios hacen que esta constelación sea reconocida universalmente. Es visible durante el invierno en el hemisferio norte y durante el verano en el hemisferio sur. Orión se encuentra cerca de la constelación del río Eridanus. Se apoya en sus dos perros de caza, Canis Maior y Canis Minor, en su “pelea” con la constelación del Tauro. En la mitología griega Orión fue un gigante que, según algunas versiones, nació de los orines de los dioses Zeus, Poseidón y Hermes. Otra leyenda cuenta que Orión acosaba a las Pléyades, hijas del titán Atlas, por lo que Zeus las colocó en el cielo. Todavía parece que, en el cielo, Orión continúa persiguiendo a las Pléyades. En la Mitología egipcia la estrella de Orion estaba asociada al dios Osiris (estrella Sirio). Charles Etienne Brasseur, conocido como Brasseur de Bourbourg, sacerdote francés considerado uno de los pioneros en el estudio de la arqueología, la etnología y la historia precolombina de Mesoamérica, creía que existió una antigua civilización de navegantes mucho antes de que aparecieran las primeras ciudades en el Oriente Medio y que sus marineros llevaron su cultura a todo el mundo. También creía que formaba parte de su religión el culto a Sirio, la estrella perro, lo cual se anticipaba a los descubrimientos que Marcel Griaule y Germaine Dieterlen hicieron entre los Dogon, en el decenio de 1930. Una tribu africana, la de los Dogon (en Mali), sabe desde hace mucho tiempo que Sirio, la estrella perro, es en realidad una estrella doble, con una compañera «invisible». Según los Dogon, su conocimiento de Sirio B -a la que llaman «estrella digitaria»- se lo dieron unos seres parecidos a peces, llamados los Nommos, que llegaron de Sirio hace miles de años. Los astrónomos sospechaban la existencia de esta estrella compañera, Sirio B, desde que en el decenio de 1830 Friedrich Wilhelm Bessel observara las perturbaciones en la órbita de Sirio y sacara la conclusión de que debía de haber una estrella increíblemente densa pero invisible, lo que ahora denominamos «una enana blanca». Los Dogon parecían conocer el sistema solar con una sorprendente riqueza de detalles. Sabían que los planetas giraban alrededor del sol, que la luna estaba «seca y muerta», que Saturno tenía anillos y Júpiter tenía lunas.
Puede que otro descubrimiento de Hawkins nos parezca todavía más significativo. Tras introducir los datos en su ordenador, descubrió un alineamiento con Sirio, la estrella perro. Como ya hemos visto, en Egipto se asocia con Isis, y los Dogon, de Mali, saben que tiene una compañera invisible, Sirio B. Graham Hancock visitó Teotihuacán y reflexionó sobre sus misterios. Al igual que gran número de recientes autoridades en la materia, dijo que no le cabía ninguna duda de que la urbanización de la ciudad tiene un sentido astronómico. Las calles forman una cuadrícula (que mide seis kilómetros y pico de un lado a otro), y se cruzan en ángulos de 89 grados en vez de 90. Además, la cuadrícula no está alineada con los cuatro puntos cardinales, como cabría esperar, sino que se tuerce hacia un lado, de tal manera que la Calle de los Muertos se extiende del norte al nordeste y señala la posición de las Pléyades. Si la tradición según la cual Viracocha fundó la ciudad sagrada de Teotihuacán se basa en la realidad, entonces Teotihuacán fue también como mínimo «proyectada» al mismo tiempo que las pirámides de Gizeh, y el conocimiento que se encarna en su trazado geométrico fue traído de una civilización que se hallaba en trance de destrucción. Ahora sabemos que los egipcios concedían especial importancia a Sirio, la estrella perro, y a la constelación de Orión, en cuya parte trasera se encuentra. También sabemos que el abad Brasseur estaba convencido de que Sirio era la estrella sagrada de los mayas. Tenemos razones para creer que la araña de la llanura de Nazca representa la constelación de Orión, que tenía igual importancia para los egipcios. A medida que van acumulándose «coincidencias» como éstas, se hace cada vez más difícil no sacar la conclusión de que las civilizaciones del norte de África y de la América Central y la América del Sur tenían algún origen común y que este origen común se halla tan profundamente enterrado en el pasado que nuestra única probabilidad de entenderlo reside en descifrar las señales leves, casi invisibles, que han dejado.
Robert Bauval reconstruyó los cielos del 2500 a. C. y descubrió que el «pozo de ventilación» meridional que salía de la Cámara del Rey, señalaba directamente el Cinturón de Orión, a la vez que un pozo parecido que salía de la Cámara de la Reina, que había debajo, señalaba la estrella Sirio, a la que los egipcios identificaban con Isis, del mismo modo que identificaban la constelación de Orión con Osiris. Estos alineamientos convencieron a Bauval de que la pirámide fue realmente construida cuando los egiptólogos piensan que fue construida. También recordamos que la única vez que las posiciones de las tres pirámides en el suelo reflejan las posiciones de las tres estrellas del Cinturón de Orión es el 10500 a. C., año en que Orión está más cerca que nunca del horizonte meridional del «ciclo precesional», que dura 25.920 años. Después de eso, Orión parece subir muy despacio por los cielos y el 2500 d. C. habrá alcanzado su punto más alto y empezará a descender de nuevo. Los egipcios llamaron a esa vez anterior, la del 10500 a. C., Zep Tepi, la «primera vez», y la identificaron con una especie de edad de oro, el principio de una nueva época. Bauval y Hancock presentan buenos argumentos a favor de la tesis de que se refiere a una parte concreta del cielo: aquella zona donde Orión y Sirio podían verse en la «orilla derecha» de la Vía Láctea en el 2500 a. C. Y tenía importancia sólo en el momento del solsticio de verano, el momento en que Sirio salía al amanecer y señalaba el desbordamiento del Nilo. Por medio de un detallado examen de los mitos egipcios, babilónicos y dogon, el Dr. Temple afirma que existió un contacto con seres provenientes del sistema solar de Sirio en la región de Sumeria, aproximadamente en el año 4500 antes de Cristo. Los pueblos de aquel entonces incorporaron a sus mitologías tal encuentro y los conocimientos obtenidos a través de él. Y, con el tiempo, sus tradiciones se expandieron hacia otros lugares, llegando sus rastros hasta nuestros días.
Hace muchos milenios se escribieron unos textos que nos han sido transmitidos por las distintas religiones en forma de libros sagrados. Se supone que fueron dictados personalmente por los propios dioses o por algún ser celestial. Nos estamos refiriendo a textos que tienen miles de años de antigüedad y que, en muchos casos, eran difíciles de entender. Por ejemplo, en los “Relatos judíos de la Antigüedad” se relata lo siguiente: “El Señor creó mil mundos al principio; después creó todavía más mundos; y todos no son nada comparados con él. El señor creaba mundos y los destruía, plantaba árboles y los arrancaba de raíz, pues crecían desordenadamente y se estorbaban los unos a los otros. Y siguió creando mundos y destruyéndolos, hasta que creó nuestro mundo. Entonces dijo: «Éste me agrada; los demás no me agradan»”. Las antiguas tradiciones afirman (sorprendentemente) que la escritura se inventó antes que la creación del mundo. Y existía un libro que, según se cuenta, tenía la forma de una piedra de zafiro (es curioso lo mucho que nos suena a un sofisticado tipo de soporte de libros digitales). Según los escritos, Raziel, un ángel (o arcángel) que se sentaba junto al río que brotaba del Edén, es el autor de este libro llamado “Sefer Raziel HaMalach” (el libro del arcángel Raziel), donde «está anotado todo el conocimiento celestial y terrestre». El ángel Raziel entregó este misterioso libro a Adán. Debía de ser algo especial, pues no sólo contenía todo el conocimiento, sino que también predecía el futuro. El ángel Raziel dijo a Adán que encontraría en el libro todo «lo que te sucederá hasta el día que mueras». Y no sólo Adán se beneficiaría de este enigmático libro, sino también sus descendientes, tal como Raziel le explicó: “También tus hijos, que vendrán después de ti, hasta el último de la raza, sabrán por este libro lo que habrá de pasar cada mes y lo que habrá de pasar entre el día y la noche; a cada uno le será conocido (…) si habrá de padecer desventuras o hambre, si el trigo será abundante o escaso, si habrá lluvia o sequía”.
En el misticismo judío de la Cábala, el arcángel Raziel es el «guardador de secretos», «el secreto de Dios» y el «arcángel de los misterios». En hebreo el nombre Rzial significa ‘secretos del dios cananeo El’. Según varios Rabinos, es un querubín y el jefe de los Ofaním. Los Ofaním son considerados ángeles extraños y misteriosos ya que, según se relata en Ezequiel, “su aspecto es el de ruedas luminosas que giran continuamente, están cubiertas de grandes ojos y su única misión es mover el carro que transporta a Dios hasta los límites del mundo material“(¿¿¿). A Raziel se le describe como un arcángel de alas azules, aura dorada brillante alrededor de su cabeza y ropas azules que poseen propiedades sorprendentes. Se dice que Raziel estaba cerca del trono de Dios (Yahveh o Jehova) y, por lo tanto, oía todo lo que allí se decía y discutía. Después que el ángel Raziel entregó el libro a Adán, sucedió algo maravilloso: “Y en la hora en que Adán recibió el libro surgió un fuego en la orilla del río, y el ángel ascendió al cielo entre las llamas. Entonces supo Adán que el mensajero era un ángel de Dios, y que el libro se lo había enviado el santo Rey. Y lo conservó con santidad y con pureza”. En el libro estaban grabados los símbolos de la sabiduría sagrada, y en él se contenían setenta y dos categorías de conocimientos, divididas en 670 símbolos de los misterios superiores. También contenía 1.500 claves secretas. Adán leyó el libro que le otorgaba el poder de dar nombre a todos los objetos y a todos los animales. Pero cuando cometió su famoso “pecado original”, el libro sorprendentemente «salió volando de entre sus manos». Adán lloró amargamente y se sumergió en las aguas de un río. Cuando su cuerpo se quedó hinchado, el Señor tuvo misericordia de él y ordenó al ángel Rafael que le devolviese la misteriosa piedra de zafiro. Adán entregó el mágico libro a su hijo Set y le explicó «en qué consistía su poder y su maravilla. También le habló de cómo había usado él el libro, y le dijo que lo había escondido en una fisura de las rocas». Set también recibió instrucciones de cómo usarlo y de cómo «conversar con el libro» (como si fuese un tipo de ordenador). Sólo podía acercarse al libro con veneración y humildad. Debía lavarse a fondo antes de utilizarlo y no debía comer cebolla, ajo u otras especias (¿¿¿). Set siguió las instrucciones de su padre y aprendió durante toda su vida de la piedra sagrada de zafiro. Finalmente construyó «… un cofre de oro; guardó en él el libro y escondió el cofre en una cueva en la ciudad de Enoc».
El libro permaneció en aquel escondite hasta que «al patriarca Enoc se le reveló en un sueño el lugar donde estaba escondido el libro de Adán». Enoc, el patriarca antediluviano que era el hombre más sabio de su época, fue a la cueva y por algún medio misterioso se le reveló cómo debía utilizar el libro. Y «en el momento mismo en que le quedó claro el significado del libro, se le encendió una luz». Enoc comprendió entonces todo lo referente a las estaciones, los planetas, las estrellas y los ángeles que dirigen sus cursos. Y ¿qué sucedió con el libro? En este caso fue otro arcángel, Rafael, el que lo hizo llegar a las manos de Noé y le explicó el modo de utilizarlo. El libro seguía estando «escrito sobre una piedra de zafiro», y Noé, después del diluvio, lo leyó y aprendió los cursos de todos los planetas, así como «los cursos de Aldebarán, Orion, Sirio». También aprendió de él «los nombres de todas las diferentes esferas del cielo (…) y los nombres de todos los servidores celestiales». Es realmente sorprendente que a Noé le pudiesen interesar los cursos de la estrella Aldebarán, la constelación de Orion y la estrella doble (o triple) de Sirio, o conocer los nombres de los misteriosos «servidores celestiales». Luego se dice que Noé depositó el libro en un cofre de oro y fue lo primero que metió en el arca. Y cuando Noé salió del arca, conservó el libro hasta el final de su vida. Es sorprendente que un relato de la época antediluviana haga referencia a estas estrellas y constelaciones. Aldebarán es la estrella más brillante de la constelación de Tauro y la decimotercera más brillante del cielo nocturno. El nombre Aldebarán proviene del árabe y su significado es «la que sigue», en referencia a que esta estrella sigue al cúmulo de las Pléyades en su recorrido nocturno a través del cielo. En el siglo XVII, el astrónomo Giovanni Riccioli la denominó más específicamenteOculus Australis («ojo del sur»). El astrónomo persa Al Biruni citaba Al Muhdij («el camello hembra») como nombre árabe para esta estrella. En la astronomía hindú se identifica con lanakshatra, mansión lunar de Rohini, y es una de las veintisiete hijas de Daksha y la esposa del dios Chandra. Situada a 65,1 años luz de distancia, Aldebarán es una estrella gigante naranja. Puesta en el lugar que ocupa el Sol, se extendería hasta la mitad de la órbita de Mercurio. Su velocidad de rotación proyectada es de 5,2 km/s, por lo que su período de rotación puede ser de hasta 400 días. Aldebarán es 425 veces más luminosa que el Sol pero su masa es solamente de 1,7 masas solares; dado el enorme tamaño de esta estrella, su densidad media resulta ser muy inferior a la del Sol.
La historia de la humanidad y la Tierra, tal como la reveló el “Anciano de las Estrellas“·Bek’Ti, es a la vez excitante y aterradora. Se aclara la creación del hombre y su lugar en la galaxia. También se explican las fuentes de las religiones humanas y se esclarecen y se sitúan en el marco de la historia de la Tierra el origen de figuras como Zeus, Osiris, Isis, el Minotauro y otros seres ‘mitológicos’. Una de las galaxias de nuestro Universo llegó a ser conocida como Eridanus, que es la sexta constelación más grande de las 88 constelaciones modernas. También es una de las 48 constelaciones de Ptolomeo. En su extremo austral está la estrella de primera magnitud Achernar (α Eri). Achernar es una estrella muy peculiar porque es una de las estrellas más planas conocidas. Las observaciones indican que su radio es casi 50% más largo en el ecuador que en los polos. Esto se debe a que la estrella rota a gran velocidad. Otra estrella bien conocida en Eridanus es Épsilon Eridani, que se ha hecho popular en la ciencia ficción porque está relativamente cerca y es relativamente parecida al Sol. También se sabe que tiene al menos un planeta, el cual es un gigante gaseoso, como Júpiter. Eridanus se asocia con dos mitos griegos, ambos derivados de la forma de la constelación. A veces se consideraba a Eridanus como un río que fluía con las aguas de Acuario; en esos casos Aquarius miraba a Eridanus, lo que requería cambiar de ángulo y conexión de las estrellas de Acuario para que sus aguas fluyeran hacia Eridanus. Eridanus se relacionaba sobre todo con el mito de Faetón, quien tomó el carro volador de Helios (el Sol), pero no tuvo la fuerza suficiente para controlarlo, y se fue en diferentes direcciones. El resultado es que a veces el carro se acerca mucho a la tierra, creando desiertos y quemando la piel de los humanos (un mito que se supone explica la piel de los etíopes). Zeus intervino derribando a Faetón con un rayo. La constelación fue considerada originalmente como parte del camino atravesado por Faetón; después fue considerada como el río en que cayó. Los mitógrafos antiguos discutían si se trataba del río Po o del Nilo.
De los gases y el polvo expulsado de los soles, los planetas se condensaron y se enfriaron. Los gases elementales se combinaron para formar humedad, la lluvia cayó para formar océanos. Las tormentas bramaban, los océanos daban vueltas, chocando en las orillas de las tierras de la superficie. En medio de los relámpagos y la furia se creó una célula de vida. Formas de vida unicelulares se combinaron para crear criaturas multicelulares, las criaturas multicelulares se convirtieron en seres complejos con miles de millones de peces, insectos, aves, reptiles, plantas y mamíferos. Tantas diversas criaturas como estrellas en la galaxia vinieron a la existencia. Y con el tiempo evolucionaron hacia formas ‘humanoides’. Peces humanoides, aves humanoides, reptiles humanoides, mamíferos humanoides y humanoides de todo tipo, se convirtieron en el resultado coherente de la evolución. Al desarrollarse el Homo Eridanus Primordial, sus cuevas dieron paso a las chozas, grupos de chozas se convirtieron en asentamientos, los asentamientos se convirtieron en ciudades. La captura y la caza de animales dio paso al comercio de pieles, el comercio de pieles dio paso a los mercados. Las agrupaciones abrieron el camino a la jardinería, la horticultura condujo a la agricultura. Las necesidades del Homo Eridanus se convirtieron en deseos, y los deseos se convirtieron en codicia. Algunos hombres se convirtieron en líderes, los líderes se convirtieron en conquistadores, y un mundo ‘primitivo’ se convirtió en ‘civilizado’. Las diferencias de opinión se convirtieron en argumentos, los argumentos se convirtieron en guerras. La curiosidad y la necesidad dieron a luz a la tecnología. El temprano Homo Eridanus había conquistado su mundo. Y entonces, el hombre Homo Eridanus miró hacia arriba, hacia los cielos. Y vio a su luna. Él creó naves para que lo llevaran hacia el cielo, y comenzó su conquista de la luna. Mientras estaba de pie en la luna, mientras inspeccionaba las ciudades lunares levantó la vista y vio las estrellas por encima de él. En busca de más, se trasladó hacia el cielo otra vez. Esta vez los mundos vecinos fueron descubiertos. El Homo Eridanus conquistó el entorno del nuevo mundo, y el ciclo empezó nuevamente. Y así fue que el Homo Eridanus se reunió con sus parientes en la galaxia.
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